No hablo de comida, ni de que yo sea una comida. Hablo de una sensación que a veces toma tiempo decidir nombrar.
Me come la energía, cuesta entender que las enfermedades son así desgastante, incontrolables hasta cierto sentido y que te hacen desarrollar una fuerza que ni sabías que tenías.
Muchas veces los enfermos no saben que lo están y tampoco quieren saberlo, eso significa dolor y trabajo demasiado grande como para asumirlo. Además que como suele decirse, cuando el cuerpo falla generalmente, es por una falla del alma, espíritu, mente o como se te de la gana nombrar aquello.
El día se auguraba normal, hasta llegar a ese lugar en donde solía partir la cotidianidad, pero algo había cambiado ahora, partía una cotidianidad diferente.
Es la cotidianidad de enfrentarse a diario con la enfermedad y con la persona enferma, mentiras, esfuerzos, cuidados, horas de atención, compañía. ¿Para que? Para aparentemente nada las mentiras no se detienen, la enfermedad sigue.
Actuaciones y roles se empiezan a jugar. Uno es el inteligente, aparentemente generador de ideas geniales. Genialidad que se usa para engañar y para ocultar el error perceptual en que se encuentra. El otro, intenta creer que la enfermedad no esta en esa crisis tan grande que parece estar. A veces se enfrenta a la mentira, otras las deja pasa y otras simplemente no se da cuenta. No hay tanto retorcimiento para llegar a creer eso de la otra persona.
El tiempo pasa la situación no cambia, lo único que cambio es el ánimo y la fuerza de quién tiene que actuar de una especie de sostén silencioso para el otro. Se ha hecho un traspaso de energía, el cansancio va ganando y la fuerza va perdiendo. El conflicto se mantiene intacto.
Me come la energía, cuesta entender que las enfermedades son así desgastante, incontrolables hasta cierto sentido y que te hacen desarrollar una fuerza que ni sabías que tenías.
Muchas veces los enfermos no saben que lo están y tampoco quieren saberlo, eso significa dolor y trabajo demasiado grande como para asumirlo. Además que como suele decirse, cuando el cuerpo falla generalmente, es por una falla del alma, espíritu, mente o como se te de la gana nombrar aquello.
El día se auguraba normal, hasta llegar a ese lugar en donde solía partir la cotidianidad, pero algo había cambiado ahora, partía una cotidianidad diferente.
Es la cotidianidad de enfrentarse a diario con la enfermedad y con la persona enferma, mentiras, esfuerzos, cuidados, horas de atención, compañía. ¿Para que? Para aparentemente nada las mentiras no se detienen, la enfermedad sigue.
Actuaciones y roles se empiezan a jugar. Uno es el inteligente, aparentemente generador de ideas geniales. Genialidad que se usa para engañar y para ocultar el error perceptual en que se encuentra. El otro, intenta creer que la enfermedad no esta en esa crisis tan grande que parece estar. A veces se enfrenta a la mentira, otras las deja pasa y otras simplemente no se da cuenta. No hay tanto retorcimiento para llegar a creer eso de la otra persona.
El tiempo pasa la situación no cambia, lo único que cambio es el ánimo y la fuerza de quién tiene que actuar de una especie de sostén silencioso para el otro. Se ha hecho un traspaso de energía, el cansancio va ganando y la fuerza va perdiendo. El conflicto se mantiene intacto.
No comments:
Post a Comment